Víctor «Tito» López Nieves (1919-1995)

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Víctor «Tito» López Nieves (1919-1995):
Abnegado educador con vocación de periodista y poeta.

Este venerable puertorriqueño (n. en Pueblo Nuevo, San Sebastián del Pepino, 1 de marzo de 1919
m. en Santurce, mayo 27, 1995) fue un abnego educador, poeta por vocación y patriota por
convicción. De origen muy humilde. Fue el penúltimo de siete hermanos: los primeros cinco, habidos
en el primer matrimonio de su madre, Cristina Nieves, con el señor Guillermo Colón. Su hermana
menor, María, y él fueron frutos de la unión de aquella con el electricista Emilio López. Con
muchos esfuerzos, logró cursar sus grados académicos regulares. A la edad de 16 años fue a vivir a
Mayagüez con uno de sus hermanos mayores, Antonio. En la llamada Sultana del Oeste tuvo su
primer empleo, que fue en la fábrica elaboradora de las Galletas Sultana.

Junto a sus hermanas María y Carmen cuando eran niños.


La vocación poética le afloró durante aquella época, algo un poco raro al tomarse en cuenta que en su
familia no habían aficionados a la Literatura ni se había relacionado con personas inclinadas a esta
rama de la escritura. El primer foro que encontró para dar rienda suelta a sus inquietudes fue la
revista-cancionero Éxitos de la Radio, que editaba el propietario de una imprenta en Ponce, allá para
1941. Para la misma escribía “contestaciones” a los textos de boleros clásicos y a canciones que,
entonces, estaban de moda. Otra revista, la mayagüezana, Ecos Radiofónicos, le publicó algunos de
sus poemas, entre ellos el titulado Sólo tú, en 1942, así como los textos de algunas de sus respuestas a
canciones muy populares.
Julia «Yuya» Ortiz Alicea fue su compañera de vida



Aquel mismo año de 1942 plena Segunda Guerra Mundial fue reclutado por el Ejército de
Estados Unidos. Tras completar su adiestramiento básico en una base de Filadelfia, fue asignado
rendir su servicio militar en la zona del Canal de Panamá y, durante algún tiempo, en el
campamento Batista Fields, en San Antonio de los Baños, municipio perteneciente a la provincia
cubana de La Habana. Mientras estuvo en Panamá, le surgió la oportunidad de colaborar con la
revista farandulera Guión haciendo los mismo que ya había hecho para las antes mencionadas
publicaciones puertorriqueñas.


Haber conocido personalmente a su muy admirada estrella argentina Libertad Lamarque (1986) fue una de las grandes emociones de su vida. A la derecha aparezco yo, su hijo, quien se la presentó.



Posiblemente, fue el primer corresponsal boricua
de una revista de farándula extranjera.


Con los beneficios obtenidos como veterano, estudió Pedagogía en la Universidad de Puerto Rico
hasta obtener su Bachillerato. Durante más de tres décadas ejerció el Magisterio en escuelas públicas
de San Sebastian del Pepino. Durante el primer lustro de la década de los ‘50 se hizo colaborador de
una famosa revista cubana que, curiosamente, tenía el mismo nombre que la antes mencionada
panameña: Guión, aunque no existía relación directa entre ambas. A esta publicación, además de sus
acostumbradas “contestaciones” a boleros en boga, también enviaba breves crónicas sobre el
quehacer artístico que se desarrollaba en la radioemisora mayagüezana WPRA que, entonces, era tan
movido como los que mantenían las sanjuaneras WKAQ y WNEL. Es posible que esta iniciativa lo
haya convertido en el primer corresponsal boricua de una publicación farandulera extranjera.




Nunca dejó de escribir. Casi toda su producción poética se dispersó en diversas publicaciones: la
revistas El Sol órgano oficial de la Asociación de Maestros de Puerto Rico y Radio Hit, los
periódicos regionales El Pipinito (del cual también fue articulista), El Gorrión, Palique y El
Progreso así como en los anuarios de las Fiestas Patronales de San Sebastian del Pepino. En la
antología Cantares al Pepino, publicada por el también educador y poeta Ramón Luis Cardé
Serrano (1952-2010) en 2003, aparecen tres de los poemas que dedicó a su pueblo: Aquella plaza
vieja, El Chorro de Collazo y Luna sebastianeña.


Dedicó el poemario La barca de la vida (1995) a su amada «Yuya».

Poco antes de su desaparición física, Víctor «Tito» López Nieves alcanzó a publicar un bonito
poemario: La barca de la vida (1995) − que dedicó a Julia Ortiz Alicea (1928-1987), su amada
esposa y madre de sus hijos, entre ellos los realizadores de Kooltouractiva Boricua y el importante
escritor Carlos López Dzur −, pero dejó material suficiente como para completar otro libro. Poco a
poco, a través de este portal, iremos sacando a la luz poemas suyos que permanecen inéditos y cuyos
manuscritos originales conservamos y atesoramos.






Abatido por la tristeza que le dejó la partida de su compañera desde el 31 de mayo de 1947, falleció
en el hogar de su hijo Miguel, donde pasó sus últimos años también junto al menor de sus retoños,
Raquel −, en el sector Miramar, en Santurce, durante la madrugada del sábado 27 de mayo de 1995.
A continuación les presentamos una breve muestra de su legado poético:



Sólo tú



(Versos tempranos, publicados originalmente
en Ecos Radiofónicos, en Mayagüez, 1942).



Sólo tú fuiste en mi existir
un sueño de amor, del placer
de una ilusión sin fin.
Y tendrás que quitarme
la pena de amor y la cruz
del dolor apartado de ti.


Sólo tú en mi vida has de ser
la mujer por la que he de morir.
Y verás que en mi vida
mi Cielo eres tú y todo lo sublime,
expresión de lo bello en el mundo,
eres tú, sólo tú.


Ceguera


Ciego soy.
Ese es mi abismo.
No sé por dónde voy.
Me asombra pensar
que soy yo mismo.
Voy dando tumbos por la vida
hasta que el milagro
de un nuevo Siloé
abra de nuevo mis pupilas
y vuelva a ver, como antes fue.
Irradiará de luz
mis pupilas tristes.
Yo exclamaré
“¡es un milagro!”


Resignación


Me resigno a no ser lo que toda ni vida
fue anhelo y esperanza de mi ser.
A ver pasar en el vacío del tiempo
todos los sueños que forjé en la infancia
y a los que di calor dentro del pecho.


Pasa el lento desfile de mis sueños:
ideas, ambiciones y esperanzas rotas…
Pero ya nada importa: ni lloro ni lamento.
No me impresiona el trágico cortejo.


Resignado, espero la derrota.
Atormentarme el corazón no debo.
No aspiraré ya más a lo imposible.
Sobre la tumba de mis sueños muertos
me sentaré tranquilo a sonreirme.


Un sueño nada más


Te vi pasar la otra noche
sobre las franjas del Arcoiris.
Ibas contenta y había derroche
de flores, luz y colores.
Te acompañaban los querubines…
Había que verlos… ¡Eran por miles
que hasta las franjas del Arcoiris
querían caerse!


Muy a tu lado iban
dos deidades del Cielo
con sus brazos extendidos
muy prestos a levantarte
si quedabas dormida sobre un lirio.


¿A dónde irías?
¡Tanto alborozo! ¡Tanta alegría!
¿A alguna fiesta de querubines?
Iban por miles… ¡que hasta las franjas
del Arcoiris querían caerse
con tanta fiesta y algarabía!


Lo contemplaba desde mi ventana,
hasta que un golpe del tiempo me despertó.
Me hallé en la cama, pues era un sueño,
un bello sueño y nada más.


Aquella plaza vieja


(Evocando a la original Plaza de Recreo de San Sebastián del Pepino,
destruida en 1960 para dar paso a la actual que, aunque más moderna,
a juicio de un gran sector de los pobladores es mucho menos atractiva).
Publicado originalmente en El Pepinito, en marzo de 1961.


La Plaza del Pepino
se la llevó el progreso.
Aquella en que pasearon
nuestros buenos abuelos,
donde hilvanaron sueños
sublimes y quimeras.
Aquella que pisaron
muchas lindas doncellas
y se contaron chismes
un centenar de viejas.


Se fue la plaza vieja
y dio paso a otra nueva.
Fue orgullo de otros tiempos
de los que sólo queda
como de ella el recuerdo.
Aquella plaza vieja,
testigo de mil cuitas
y requiebro de amores,
de juventudes idas
por caminos de flores…


En bien, dicen, que del progreso,
marchó la plazoleta.
Ni los rojos ladrillos ni la vieja glorieta
quedaron de recuerdo.
¡Plaza de mis recuerdos!
¡Lugar de mi cariño!
Los viejos recordamos
que allí bailó Molina
y Don Pepe «El Negrito».


Se fue la plaza vieja,
la de gruesas barandas
que brincaban los chicos
jugando a los vaqueros
entre risas y gritos.
Aquella desde donde
en tardes pepinianas,
frente a la linda iglesia,
oían las campanas
nuestros buenos abuelos.


M.L.O. / KTAB.
Diciembre de 2010.


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